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La patada decisiva: Irlanda se aleja de la historia en el deporte
**Irlanda** perdió de manera agónica ante **Inglaterra** en Twickenham, retrasando su posible alirón en el **Seis Naciones** y perdiendo la oportunidad de lograr dos Grand Slams consecutivos. El XV del Trébol deberá ganar a **Escocia** en la última jornada para llevarse el trofeo. Por otro lado, **Italia** logró una victoria histórica ante **Escocia**, siendo su primera victoria en casa en 11 años y la segunda desde 2015.
Se agotan los segundos en Twickenham y el público hace temblar la catedral londinense cuando el colegiado inclina el brazo y da la ventaja a los suyos. Una patada asequible volteará el marcador, pero los de blanco siguen embistiendo con ese colchón. Cualquier error tiene indulto y Marcus Smith emboca el balón entre palos tras un bote pronto con el tiempo cumplido y pone el 23-22. Una patada que, cuanto menos, retrasa el alirón de Irlanda y, sobre todo, le priva de su lugar en el panteón del rugby, pues el XV del Trébol aspiraba a ser la primera selección en la historia del Seis Naciones que no solo defiende título, sino que gana dos Grand Slams –vencer todos los encuentros– consecutivos. Pese al chasco, tiene en su mano llevarse el trofeo, algo que hará si gana el sábado a Escocia en Dublín en la última jornada, pero su jaque a la historia se perdió en la capital del imperio.
El peor partido de Irlanda en dos años terminó en derrota, por más que Inglaterra se empeñó en no sellar el ataúd. La selección que había marcado un abismo con el resto —no solo ganó sus tres primeros partidos, sino que lo hizo con el punto bonus ofensivo por anotar cuatro ensayos— llegó sin carga eléctrica a Londres ante un rival que impuso el estilo de juego: menos ritmo, más pericia en espacios reducidos. Las descargas veloces con las que el XV del Trébol somete a las delanteras rivales no aparecieron; se jugó en las trincheras, ensuciando balones, jugando al pie.
El XV de la Rosa puso una camisa de fuerza a su rival y recobró su tocada autoestima tras dos victorias dubitativas ante Italia y Gales y una derrota en Edimburgo y es ahora la alternativa a Irlanda: tendría que ganar con punto bonus en París y que el XV del Trébol cayera ante Escocia sin sumar el bonus defensivo de perder por siete puntos o menos. Los escoceses y Francia —si gana hoy con bonus a Gales— llegarían con opciones matemáticas, pero no realistas, pues su asalto requeriría voltear una diferencia de puntos de +76 a favor de los verdes.
James Lowe, el gran anotador irlandés, estuvo cerca de salvar el mal día de su selección con dos ensayos poderosos sobre la línea de cal. El segundo, en el que impuso su talla ante el intento imposible de placaje del menudo Marcus Smith, ponía por delante a los suyos, pero Crowley falló una conversión clave que hubiera obligado a los ingleses a ensayar para llevarse la victoria. Fue la enésima patada errada de una tarde fatídica para los pateadores, con George Ford fallando trámites. La ansiedad inglesa se tradujo en un sinfín de errores no forzados, pero su dominio de la narrativa tuvo premio sobre la bocina.
Ese final agónico lo posibilitó Italia, que le allanó el trabajo a Irlanda convirtiendo al fin su notable mejora de los últimos dos años en victoria ante Escocia (31-29). A la postre fue una patada de Palo Garbisi –falló con el tiempo cumplido en febrero el golpe de castigo para una histórica victoria en París que finalmente terminó en empate– la que marcó la diferencia ante el entonces segundo clasificado, que hubiera obligado a los verdes a ganar con punto bonus ofensivo para llevarse el torneo de haber hecho lo propio en Roma.
Fue una demostración de carácter de Italia, que aguantó sin desmoronarse ante una fluida primera hora del ataque escocés, hilando el empuje de la delantera con la resolución de sus felinos. Un partido que giró de forma dramática en los primeros compases de la segunda parte: de lo que parecía el ensayo decisivo —el cuarto— de Horne a una revisión de video que llevaba la pelota un minuto después a la zona de marca escocesa: del 16-29 al 21-22.
Italia se subió al tren anímico y alimentó las dudas escocesas, erráticos con el balón, incapaces de mantenerlo, de salir de su campo. Los locales transformaron el dominio territorial en ensayos en el apogeo de su delantera. El equipo condenado por sus errores encontró la fiabilidad. Y la disciplina, rechazado el último ataque escocés sin permitir un golpe de castigo letal, sin que el árbitro inclinara el brazo, como ocurrió en Londres. Es la primera victoria italiana en casa en un Seis Naciones en 11 años y su segunda desde 2015.